La geografía, un factor limitante de la agricultura
Las características naturales describen a la Sierra de Albarracín como un territorio de elevada altitud, áspero y escabroso. Escaso de zonas llanas y surcado por algunos ríos que presentan valles angostos y formaciones encañonadas. Su clima continental en general es fresco con unas temperaturas medias bastante bajas, precipitaciones irregulares, con frecuentes nevadas invernales y una larga exposición anual a las heladas que reducen sensiblemente el periodo vegetativo de los cultivos. Todo ello ha condicionado que la agricultura en esta sierra sea débil, basada en el cereal de secano y en pequeñas huertas tradicionales de subsistencia que se asientan sobre unas delgadas vegas fluviales. Estos regadíos históricos, en franco retroceso por la crisis del medio rural, se basan en unos sistemas de acequias que se han ido configurando a lo largo de varios siglos, desde el periodo medieval hasta el siglo XIX, y que a través de una arquitectura hidráulica han permitido la implantación de artefactos como molinos, batanes, serrerías o fábricas de luz.
En el Guadalaviar no falta agua sino tierras de cultivo
Las aguas del río Guadalaviar y de sus afluentes Noguera y Royuela han sido suficientes para derivar parte de sus caudales de sus manantiales y azudes para alimentar a los artefactos hidráulicos construidos en sus orillas. Entre la variedad de estos, los molinos harineros y los batanes traperos son los artefactos más frecuentes en toda la cuenca. La explicación de su abundancia es diferente en cada uno de los casos. Si bien en el caso de los molinos harineros las razones de su abundancia, a pesar de sus limitaciones para la agricultura, hay que buscarlas en el aislamiento del territorio y la dificultad de desplazamiento entre aldeas que obligaba a moler el grano cerca de las zonas de producción para asegurar el abastecimiento local de un producto de primera necesidad como era la harina. El numeroso desarrollo de batanes fue debido a la gran importancia que tuvo en el pasado la comercialización de la lana y la manufactura pañera, que tenía en este sector uno de los pilares económicos fundamentales de la sierra.
Muchos de estos molinos eran artefactos mixtos que aprovechaban la concesión de aguas para la instalación de otras industrias como batanes, serrerías, martinetes o para la reconversión a partir del siglo XX en fábricas de luz. Un ejemplo de esto es el Molino del Barranco Hondo de Tramacastilla que fue adquirido por el ayuntamiento de Guadalaviar para fabricar luz para este pueblo, Villar del Cobo y Griegos.
La vida del molinero
Las artes de la molienda
El molinero echaba el grano en la tolva, abría la tajadera del saetín y entonces salía el agua acumulada en el cubo o balsa con gran fuerza y presión sobre una rueda inferior, llamada rodete o rodezno, que estaba situada en una galería bajo el piso del molino. De este modo, el rodezno empezaba a girar y trasmitía el movimiento por medio del eje o árbol de muelas al piso del molino, donde las piedras al frotarse entre sí trituraban el cereal que se vertía desde la tolva al orificio central de la piedra superior o volandera. El grano, una vez convertido en harina, se recogía y se acumulaba en un depósito de madera para ir llenando, a continuación, los sacos. El agua tras mover el rodezno salía por el socaz del molino de vuelta al río o canalizada en una acequia para riego o alimentación de otro molino situado aguas abajo del primero.
Artefactos hidráulicos de la Sierra de Albarracín