El sentimiento religioso es uno de los atributos principales en la vida del hombre. De la convivencia que éste desarrolla en sociedad surgirán un conjunto de creencias y prácticas relativas a lo sagrado y a lo divino, que a la postre definirán la idiosincrasia espiritual de un pueblo. De este modo, las manifestaciones de esta religiosidad se relacionarán directamente con el folclore popular, sobre todo en un país tradicionalmente católico donde el tiempo litúrgico ha marcado y cristianizado la mayoría de las fiestas paganas y las actividades del año agrícola.
La sacralización del espacio
Con la colonización cristiana de la Sierra de Albarracín se planteó la necesidad de organizar el territorio para conformar un nuevo paisaje religioso. El proceso de ocupación viene marcado por la fundación en cada aldea de parroquias y el levantamiento de conventos, ermitas y santuarios con sus tradiciones milagrosas a partir de las hagiografías o vidas de los santos. Las ermitas son edificios de gran importancia en el mundo rural, construidas y mantenidas por el pueblo que buscaba el patronazgo de una divinidad menor, aunque más próxima y humanizada. La mentalidad primitiva creía que podía dominar las fuerzas de la naturaleza a través del culto a los santos, de ahí la génesis de muchas de las costumbres religiosas como ritos, romerías, procesiones, etc. en las que se recurre al santo para evitar sequias, plagas, tormentas, enfermedades… Las ermitas o santuarios donde se veneran las imágenes de los santos patrones se ubican apartados de la población, generalmente sobre un monte o cerca de una fuente, pues eran lugares que según la tradición propiciaban la oración y el acercamiento a la divinidad.
Al Santo pedimos por ser nuestro patrón
Las comunidades elegían un santo que intercediera por ellos ante Dios o les protegiera del Maligno, por lo que adquirían votos o compromisos con un determinado santo con el fin de que este intercediera por la comunidad ante una desgracia. Entre estos votos cabía la posibilidad de construir una ermita, un peirón, realizar una talla del santo, oficiar rituales, celebrar romerías, banquetes populares, etc. Cada aldea, en función de su tamaño y poder económico, podía adquirir nuevos compromisos con otros santos, además del principal, para asegurarse el favor de éstos y lograr mayor salvaguarda.
La mayoría de las 65 ermitas y 40 peirones existentes en la Sierra de Albarracín están dedicadas a los santos protectores de las epidemias y enfermedades que asolaban a la población (peste, viruela, cólera, etc.) y a los que están relacionados con los oficios vinculados a la Sierra como construcción, ganadería y agricultura. Entre todos los santos destaca la figura de San Roque que es el patrón de 13 localidades.
La sacralización del tiempo
En las sociedades tradicionales la religión convierte en sagrado el devenir del tiempo. Mide el ritmo vital de la existencia humana y pone fecha a las celebraciones anuales. El calendario festivo de la Sierra se fundamenta en dos pilares: el de las fechas fijas y el de las fechas móviles. Básicamente a las primeras les corresponde un origen solar y a las segundas un origen lunar, que es la base del calendario litúrgico en el que se incardina el anuario festivo del ciclo agrícola-ganadero. Según lo dicho, la iglesia católica superpuso las festividades religiosas de su culto litúrgico sobre las preexistentes celebraciones festivas, de origen pagano, tanto lunares como solares. Las fechas solares más célebres son el santoral y las solsticiales reconvertidas en la Navidad y San Juan. Mientras que una de las fechas lunares más importantes, y que da origen al ciclo móvil del calendario litúrgico, es el Domingo de Pascua de Resurrección, que determina la Cuaresma, Pentecostés, la Ascensión, el Carnaval, el Corpus, la Semana Santa, etc.
La identidad colectiva del pueblo
Las fiestas tradicionales y populares tiene el objetivo de reafirmar el vínculo emocional y de ligazón con un lugar. Los rituales festivos renuevan periódicamente el sentimiento personal de integración y pertenencia a una comunidad. En definitiva, la identidad colectiva del pueblo adquiere conciencia moral y proporciona estabilidad y continuidad a la tradición evitando que esta desaparezca.
Lugares de oración
La romería es un viaje de peregrinación al lugar en que se encuentra la ermita o santuario de la Virgen o del santo patrón el día de su onomástica. Normalmente estas romerías significan un día festivo y de convivencia donde se alternan las ceremonias religiosas con los actos lúdicos y las celebraciones gastronómicas. En la Sierra de Albarracín se distinguen tres tipos de romerías en función del área geográfica sobre la que ejercen influencia: local, comarcal y supracomarcal.
En las primeras solo están presentes los habitantes del pueblo. A las segundas asisten personas de varias localidades del entorno como la del Cristo de la Vega de Albarracín, la Virgen del Carmen de Frías, los Santos Abdón y Senén de Pozondón o la desaparecida de Nuestra Señora de Royuela. Y a la última acuden gentes venidas de dentro y fuera de la Comarca, como sucede en la de la Virgen del Tremedal.
La Virgen del Tremedal
“ | Pues consuelo Universal Sois en cualquier aflicción Válganos tu protección ¡Oh Virgen del Tremedal! |
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Es el principal centro de peregrinación mariana de la sierra por la gran devoción que se le tiene en la comarca y en pueblos vecinos de Guadalajara y Cuenca. Su origen se remonta al siglo XII cuando la virgen se le apareció en lo alto de esta montaña a un pastorcillo manco. La virgen obró el milagro y el pastorcillo recuperó el brazo, por lo que en conmemoración de ese hecho se levantó el santuario actual en 1748. Seis décadas después el edificio resultó severamente dañado por el bombardeo de los franceses en la batalla de Malatarde, siendo reconstruido posteriormente en 1880. La afluencia de peregrinos al santuario era tal que se tuvo que crear la Cofradía de la Esclavitud de la Virgen para organizar la llegada de los fieles y vecinos que acudían a obtener las indulgencias otorgadas por la bula papal de Pablo V. El listado de esclavos numerarios llegó a ser tan generoso que pocas eran las provincias de España donde no residía un cofrade de la Virgen del Tremedal.
Desde el siglo XV todos los segundos fines de semana de septiembre los romeros suben en procesión por el camino al santuario portando en andas a la Virgen. Al llegar dan tres vueltas frente al edificio antes de entrar, realizan una misa y cantan los gozos.