El carácter ganadero de la Sierra de Albarracín se pone de manifiesto en el importante desarrollo que supuso el sector ovino, el negocio lanero y la industria pañera local durante la Edad Media y Moderna para las aldeas de la Comunidad. La lana merina fue, al igual que sucedió en la vecina Castilla, uno de los motores económicos de las altas tierras de Albarracín durante este periodo y su comercio fue una de las grandes fuentes de financiación de los nobles, la iglesia y los monarcas. De este modo, el territorio albarracinense se convierte en el mercado escogido por muchos comerciantes para adquirir la lana que posteriormente se transformará en los diferentes centros manufactureros de las ciudades o se exportará a Europa (Francia, Flandes o Italia).
“lana buena, fina, merina e mercadera”
La lana de las ovejas merinas de la Sierra de Albarracín ha tenido desde siempre consideración de ser la más fina de Aragón. En busca de su fino vellón acudían a las Ferias de Albarracín, Teruel y Daroca trajineros, comerciantes y mercaderes de Zaragoza, Teruel, Valencia, Cataluña e Italia a comprar la lana de las ovejas trashumantes, ya que la merina se trataba de la más fina y demandada del mundo en esa época y con la que se fabricaban los paños de alta calidad florentinos y flamencos.
Lana sucia y lana lavada
La lana se compraba generalmente en bruto, es decir sucia, aunque también se adquirían pequeñas partidas de lana procesada o lavada. En la Sierra de Albarracín existían pequeños lavaderos de lana en cada una de las aldeas para uso doméstico o para lavar pequeñas cantidades de lana, sobre todo en aquellas poblaciones con producción pañera. Sin embargo, los grandes lavaderos de la lana destinada a la exportación a Europa se encontraban en Gea, Calamocha, El Poyo del Cid, Zaragoza y Valencia. Los lavaderos actuaban como centros comerciales, pues por estos lugares debía pasar la mayoría de las lanas destinadas a la exportación y buena parte de las destinadas a los telares regionales. El proceso preindustrial que se realizaba en los lavaderos consistía en refinar la lana sucia por medio de agua blanda y caliente para eliminar las impurezas de la misma, reduciendo con ello casi la mitad de su peso en seco, lo que reducía los costes de transporte. El lavadero proporcionaba además otros servicios como el de centralización, clasificación, ensacado y transporte del producto por medio de arrieros, carros o barcazas, hasta los puertos mediterráneos de Tortosa, Castellón y Valencia con destino a los mercados europeos.
La industria textil en la Sierra de Albarracín
El sector textil representa desde los tiempos de la conquista del territorio la industria más importante en volumen de negocio y ocupación de personas de la Sierra de Albarracín. La tejeduría ha existido desde siempre en muchas aldeas de la Comunidad de Albarracín para autoconsumo, pero a partir del auge de la ganadería lanar gran parte de esta actividad se derivó a satisfacer los pedidos que luego eran vendidos en mercados regionales e internacionales (Francia e Italia). En este caso, la producción que se realizaba de forma dispersa por la sierra se dirigía y se organizaba desde la ciudad a través de ciertos comerciantes o empresarios que contrataban mediante encargo a los campesinos la fabricación de las piezas por el sistema “a obrage”. En este sistema el comerciante proporcionaba la materia prima al productor y éste recibía un pago convenido por pieza fabricada.
Como alternativa a esta dispersión geográfica de pequeños talleres o industrias artesanas como las de Gea, Orihuela, Terriente, Torres, etc. destacaron las manufacturas o fábricas como lugar donde se centralizaban un conjunto de operaciones bajo la misma dirección. La ciudad de Albarracín fue el único gran centro textil de la sierra que se caracterizaba por su alta capacidad y especialización productiva dirigida a la exportación y por la agrupación de los trabajadores en gremios y cofradías. A finales del siglo XVIII se citan hasta 5 fábricas de este tipo, además de la principal, la Industria Popular, reuniendo un total de 280 operarios entre maestros tejedores, pelaires, carderos, bataneros, tundidores, tintoreros y sastres.
Ocaso y final de una industria
Del relativo esplendor que vivió la industria textil durante los siglos XVI y XVII, el sector pasó a entrar en decadencia por la competencia de los productos franceses y la caída de la producción lanera que produjo cierto desabastecimiento de materia prima a los telares serranos, ya que la mayor parte de la lana se exportaba a Europa. El siglo siguiente permitió una relativa recuperación gracias a las contratas procedentes del Estado para abastecer de paños y uniformes a varios regimientos, convirtiéndose el Ejército en el principal cliente de las fábricas de Albarracín. El golpe final del que ya no se recuperaría llegó con la Guerra de la Independencia: la cabaña ganadera se diezmó para alimentar a las tropas, el ejército francés saqueó y quemó las fábricas y el único cliente que las mantenía se perdió al entrar en crisis la Hacienda Real.
Las industrias menores
Además de la industria lanera que fabricaba cordellates, paños, bayetas, lienzos, etc. existían en algunas aldeas de la sierra y en la ciudad de Albarracín otras industrias que tenían por base las fibras vegetales, lino y cáñamo, para la fabricación de telas, lienzos, alpargatas, cuerdas, sogas, sacos, etc. También se podían encontrar algunos artesanos que trabajaban el cuero como los pellejeros, curtidores y zapateros que dirigían su producción al mercado local principalmente.
Tejido basto de lana, cuya trama forma cordoncillo
Tela de lana muy tupida y con pelo tanto más corto cuanto más fino es el tejido
El lino se empleaba a nivel doméstico en la confección de sabanas y ropas de vestir por ser más barato que la lana y más fino que el cáñamo, que se reservaba para cuerdas y sacos.
Con la piel de oveja o cabra se fabricaban zurrones, zamarros y zamarras para los pastores. Los cueros más finos de badanas y cordobanes se reservaban para zapatos y marroquinería