El empleo de la resina o de la miera ya era conocido por los antiguos pobladores de la península como íberos, celtas y romanos para múltiples usos civiles y militares. En la Sierra de Albarracín el uso de este producto del pinar está documentado desde la época de la conquista cristiana, allá por el siglo XIII, y fue ejercido durante siglos tanto por pegueros como por resineros.
Los resineros
La labor que desempeñaron durante siglos los pegueros era la de obtención de la pez a partir de la resina del pino, un producto muy demandado en la antigüedad. Hasta la llegada del alquitrán procedente de la hulla y el petróleo, la pez se usaba entre otras muchas cosas para marcar y sanar afecciones en el ganado, impermeabilizar pellejos y cubas de vino, conservación de madera y cuerdas de cáñamo, etc. Este antiguo oficio consistía en cocer en unos hornos de monte las astillas y teas cargadas de resina que se extraían de las raíces y zocas de los pinos, para obtener por destilación una brea o masa viscosa y negruzca. A continuación, se quemaba la brea para depurarla de impurezas y se dejaba enfriar para que se solidificara y así poder luego cortarla en trozos, pesarla y transportarla por arrieros hasta el punto de venta.
Los pegueros
Los resineros podían trabajar sobre varios tipos de pinos, pero en la Sierra de Albarracín la especie utilizada por excelencia era el pino rodeno (Pinus pinaster) que se extendía por las localidades de Albarracín, Bezas, Gea, Rubiales y Torres de Albarracín. Las técnicas más primitivas de extracción de las resinas consistían en un sistema agresivo conocido como “resinación a muerte” en el que se abría una incisión en el tronco del pino lo más ancha y profunda posible por donde caía la resina a un agujero cavado en el suelo donde se acumulaba. La resina que se recogía era de baja calidad por la cantidad de impurezas con las que se mezclaba en el suelo.
Estas prácticas tradicionales fueron sustituidas a partir de 1862 por un nuevo sistema de resinación importado de las Landas francesas llamado Hugues o “resinación en vida” que permitía prolongar la vida del árbol, ya que no moría como en el anterior método, lo cual contribuía a la conservación de los pinares. Este método moderno fue el que se mantuvo en vigor hasta los años 70 del siglo XX cuando se impuso la “pica de corteza”, método importado de EEUU en el que se utilizan estimulantes químicos para conseguir una mayor exudación del pino y mejores rendimientos y que es el que se emplea en la actualidad.
Del pino se aprovecha todo
La explotación tradicional del pino ha estado sometida a un aprovechamiento integral del árbol. El pino era una especie arbórea muy respetada y apreciada en los pueblos, de la que se obtenían un sinfín de subproductos:
La corteza o roña se usaba molida como aislante en paredes y suelos
Las ramas secas, las virutas de madera de la resinación, las teas de las raíces y las piñas servían para atizar y encender los hornos.
Las hojas o acículas del pino se echaban para hacer de suelo o cama en corrales y luego se echaba en los campos como estiércol.
La madera del tronco tenía aplicaciones en la construcción (vigas y tablas) y en la carpintería de muebles y de toda clase de aperos y herramientas.
El serrín oloroso era utilizado para fregar suelos y dar lustre a ciertos utensilios.
Con la resina de sus raíces y zocas se hacía pez para impermeabilización de barcos, pellejos, cubas, etc., iluminación y marcaje de ganado.
Una vida en el pinar
Las labores resineras que había que realizar en el pinar para la obtención de las resinas duraban 8 meses, comenzaban a primeros de marzo y terminaban a finales de octubre. Las realizaban amplias cuadrillas de trabajadores procedentes de los pueblos pinariegos de la sierra y venidas de otras provincias con tradición como Cuenca, Guadalajara o Ávila. Mientras duraba la campaña las familias de resineros solían alojarse en unas casas situadas en determinadas partidas del monte cercanas a los lugares de trabajo. El oficio de resinero era duro y especializado, pues requería de conocimiento práctico y técnico que se obtenía generalmente por la trasmisión del oficio de padres a hijos. Como el trabajo no duraba todo el año, tenían que complementar sus economías con otras actividades agropecuarias. En el pinar interactuaban tres tipos de operarios, los resineros picadores, los remasadores y los arrieros responsables del transporte. Básicamente el proceso de resinación consistía en los siguientes trabajos, según el método Hugues:
Descortezado o desroñe. Se prepara la superficie del pino descortezando una banda rectangular desde la base hasta 60cm. del suelo.
Clavado. Sobre la superficie que se ha descortezado se clava una grapa metálica en la base de esa entalladura que permite dirigir la resina al pote donde se almacena.
Pica. Es la fase más importante de todo el proceso y la que requiere mayor maestría. Consiste en practicar incisiones periódicas en el pino para que fluya la resina por la cara del pino hasta el pote. Se hacia una pica por semana y al cabo de 4-5 el pote ya estaba lleno.
Remasa. Es la recogida de la resina cada 4-5 semanas. Con ayuda de una paleta se extraía de los potes y se echaba a los cubos y de éstos a los bidones de la fábrica.
Barrascar. Antes de la última recogida se raspaba la resina acumulada en la cara del árbol.
Transporte. El carretero contratado por el empresario sacaba las cubas o bidones del monte y los llevaba a la fábrica para su pesaje.
La industria resinera
El aprovechamiento de la miera a nivel industrial en la provincia de Teruel comienza tímidamente a mediados del siglo XIX, pero no será hasta finales de ese siglo cuando adquiera verdadera importancia debido a la implantación del método Hugues de resinación y modernas tecnologías de destilación más eficientes que mejoraban la calidad de los productos obtenidos. La producción fue ascendiendo paulatinamente hasta alcanzar su máximo en el año 1962, a partir del cual comenzó a decrecer hasta abandonarse la actividad en 1977 debido a una coalición de factores que le hicieron perder rentabilidad –competencia internacional, aumento de costes salariales, éxodo rural, menor producción de los pinares turolenses-. En cualquier caso, la producción resinera de la Sierra de Albarracín, aun siendo la mayor de la provincia, nunca supero el 3% de la producción nacional, que estaba dominada por las provincias castellanas. En Teruel llegó a haber a mediados del siglo XX dos empresas resineras: Resinera del Carmen (Teruel) y Macri (Albarracín). Actualmente, y en un contexto mundial de total dominio de la producción y consumo por parte de China, se ha vuelto a resinar sobre todo en lugares de Castilla-León donde se había abandonado el oficio con el objetivo de garantizar un suministro estable para la industria nacional. En la Sierra de Albarracín la actividad se recuperó en 2017 gracias a un resinero de Bezas que complementa su economía familiar con la explotación de 2.500 pinos asignados de los que extrae anualmente unos 6.000 kg que se llevan a procesar a la factoría de Cuenca.
La resina algo más que la sangre del pino
La oleorresina extraída del pino es lo que se denomina miera, nombre que conserva hasta su entrada en la fábrica, donde se eliminarán las impurezas y el agua. Tras su depuración el producto pasa a denominarse resina. De la destilación de la resina se obtiene entre un 68-70 % de colofonia, un 20-22 % de aguarrás o trementina y entre un 8-10 % de agua e impurezas.
Actualmente, la colofonia se usa en la fabricación de tintas de impresión, papel, caucho sintético, adhesivos, chicles, bebidas, jabones, pinturas, productos cosméticos, farmacéuticos, etc. Por otro lado, el aguarrás ha tenido su uso principal como disolvente y en la fabricación de pinturas, pero la aplicación más importante es la producción de materias primas para la fabricación de fragancias, aromas alimentarios, vitaminas y resinas sintéticas.
La resinación genera beneficios ambientales y sociales relacionados con la mejora de la biodiversidad, la protección del suelo y la atmósfera. Además, es una actividad que contribuye al uso multifuncional del bosque al ser compatible con otros aprovechamientos como el maderero, la biomasa, la micología, la caza o el turismo. La actividad resinera contribuye económicamente a paliar el problema de la despoblación del medio rural al proporcionar una fuente de empleo local. Actualmente, y debido a sus propiedades como materia prima tecnológica sustitutiva de los derivados del petróleo, la resina natural se sitúa en el centro de las nuevas tendencias económicas de la Unión Europea.